La imaginación aplicada al bien común

He podido ver y escuchar al joven austriaco Christian Felber (profesor, bailarín, escritor y empresario) exponiendo sus propuestas para un nuevo enfoque económico con el nombre de Economía del Bien Común. Como él mismo comenta, en la mayoría de las constituciones de los estados se registra al bien común como objetivo al que han de tender y servir las acciones gubernamentales. El bien común, curiosamente, es un término acuñado por Santo Tomás de Aquino.

Sin embargo, se lamenta Felber, los poderosos estados que dominan todas las áreas sociales, no consiguen dominar la economía porque no controlan el dinero y los beneficios financieros que genera, concentrados en pocas manos. De esta manera, gran parte de la economía no está orientada hacia el bien común tal y como exige la constitución

Las propuestas y explicaciones del joven austriaco me recuerdan a las frecuentes llamadas del Papa Francisco a combatir las consecuencias funestas del capitalismo sin control responsable de una escalada de la desigualdad y millones de personas excluidas del sistema, de la sociedad, avocadas a la pobreza y expuestas finalmente a la corrupción, el fraude y la violencia.

El Papa Francisco, Christian Felber y un alto porcentaje de ciudadanos están reclamando un nuevo orden económico, un giro radical que cambie las reglas del juego que favorecen el afán de lucro y competencia, a favor de la cooperación y contribución al bien común. En la economía del bien común, el beneficio financiero pasa a ser secundario, tomando su lugar el balance social; las empresas con mejor balance del bien común serían primadas sobre las que únicamente se apoyan en la competencia y el beneficio financiero. La propia sociedad, los consumidores, se encargarán de apoyar y promover a las empresas con enfoque social.

El planteamiento, si se acepta en su totalidad, es radical, supone un cambio revolucionario difícilmente digerible por los accionistas propietarios de empresas que no aportan trabajo, ni por los perceptores de salarios excesivamente elevados, ni por los herederos de grandes fortunas.

También entre las propuestas de Christian Felber figuran los bienes y servicios democráticos que servirían al bien común y estarían controlados por la ciudadanía soberana y no por el gobierno, ya que también los entes públicos nacionales y locales actúan, en muchos casos, contra el bien común con su administración negligente y despilfarradora. Por supuesto, el respeto medioambiental y otros objetivos sociales como la reducción del horario laboral, figuran entre sus propuestas. Vale la pena conocer con detalle el modelo de balance social que presentan en su propia web www.economia-del-bien-comun.org y sus 20 puntos básicos. Los criterios para la evaluación del balance social de una empresa serían: dignidad de sus trabajadores, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, participación democrática y transparencia.

En el poco tiempo que lleva promocionándose esta Economía del Bien Común ha encontrado muchos seguidores y empresas que se agrupan para asesorarse en la aplicación de esos nuevos criterios.

Un modelo y una propuesta a aplaudir y seguir muy de cerca en estos momentos en los que se necesita mucha imaginación para salir del círculo vicioso de desigualdad global en el que estamos inmersos.

Javier Ordovás

Economista

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